Perdida
La oscuridad cubre casi todo a mí alrededor, el frío aire congela mis manos y mis pies descalzos, este viene de frente y golpea ásperamente
mi rostro como si fuese una bofetada. En el silencio de la noche y en medio de
este lugar desolado, diviso en la
distancia la forma como los árboles, tan comunes en lugares, mueven sus ramas
una y otra vez violentamente a causa del viento, como si quisiesen arrancar sus
raíces del suelo e irse caminando. Siento entonces mis pies en el pasto húmedo
y frío a causa de las gotas de roció. Caminar en esta penumbra fría y húmeda es
insoportable, cada paso es un sufrimiento, pues siento en mis pies lo árido y áspero
del piso lleno de vidrios rotos, piedras, hiervas de todo tipo, que se
incrustan sin compasión en mis pies y
que me cortan con cada pisada, además, pequeñas partes de frutas podridas ya
casi consumidas, que han servido de alimentos a algunos insectos. No terminare
de recorreré este lugar ahora, me sentare pues mi cuerpo está cansado y
hambriento, tiene sed, frío y sueño. la única opción considerable ahora es
quedarme aquí sentada esperando a que tal vez, alguien recuerde que existo,
logre notar mi ausencia, y dé aviso a los demás, entonces vendrán a socorrerme.
Sentada veo la soledad inmensa y el vacío de este
lugar, los únicos ruidos existentes son el del viento, el de varios insectos y
animales; el simple hecho de escuchar un sonido no conocido hace que mi corazón
se acelere, que mis ojos giren de un lado al otro observando rápidamente todo y
que mi conciencia este atenta y desconfiada, estoy sola sin saber qué hacer. El
paso de las horas hace su efecto, se me ha pasado el hambre, pero no la sed ni
el frío, no puedo ni siquiera considerar el hecho de dormir, en este momento
mantenerme alerta y despierta es cada vez más difícil; mis ojos están pesados,
frecuentemente se cierran y con gran esfuerzo los abro; están cansados como
cualquier otra parte de mi cuerpo. Llega entonces el momento que más me
preocupaba, pero que ahora ya no me importa; me recuesto en el pasto boca arriba
tratando de dar alivio a mi agotamiento. Con la mirada fija en el cielo noto
tantas estrellas que son incontables, mis forzados parpadeos son cada vez
menos, ya no siento mis manos ni mis pies, estos están empezando a congelarse,
empiezo a quedarme dormida y tengo miedo.
Trato de no perder las esperanzas, me repito
frecuentemente que van a notar que me aleje del grupo, que nos separamos, que
no sé el camino para volver, van a notar que estoy perdida. Nadie me había hablado de ella,
nadie me había dicho como era, pero indudablemente siento como su mano cubre
poco a poco mi rostro, como cierra con unas delicadas caricias mis ojos y como
me envuelve en su cautivadora y ligera sinfonía, entonces mi ser entre dormido
y despierto deja de escuchar todo sonido a mi alrededor, en este instante la
somnolencia hace de este lugar fastidioso y odiable para mí un espacio confortable en el que
descanso de ser. Y así libero de manera
definitiva mi alma del cuerpo.
Karolyn León Martínez.

